Teologia
El Credo de Los Apóstoles Y el Credalismo
Esta iluminación de un manuscrito del siglo XIII muestra a los apóstoles escribiendo el Credo, recibiendo la inspiración del Espíritu Santo.
Se ha hecho popular en los últimos años que las iglesias profesan no tener un credo y que su membresía es “abierta” y “viva”. Una secta ha hecho un uso intensivo de la frase: “Ningún credo sino Cristo.” Toda negación de credalismo se basa ya sea en la hipocresía o en la ignorancia. La palabra credo viene del latín credo, creo. Un credo es cualquier fórmula o confesión de fe de los miembros de una iglesia. No hay iglesia que no requiere de alguna forma de asentimiento como condición de membresia, si no es más que un deseo de unirse a una iglesia en particular. Cada uno de esos asentimientos es implicitamente un credo. Así, una comunidad eclesiástica, que simplemente pide a los miembros potenciales si desean unírsele, tiene implícita en su pregunta, en sesiones previas con estos catecúmenos, la negación del cristianismo ortodoxo y la insistencia en el derecho del individuo a creer como él quiere siempre y cuando él esté sinceramente dedicado a mejorar la humanidad y el asentimiento general a los principios del humanismo. La cacareada negación de los credos de esta iglesia en particular es en la práctica un dogmatismo duro e intolerante, ferozmente hostil al credalismo cristiano en el nombre de credalismo humanista.
Un credo es más que el estándar de la iglesia. En la mayoría de los casos, el estándar de la iglesia implica una afirmación mucho más exigente que el credo. Los requisitos del clero, de los oficiales de la iglesia, de la iglesia y de la ley, pueden ser mucho más detallados y mucho más extensivos e intensivos de lo que permite un credo. Pero el credo es la puerta de la casa de la fe. Es la mínima declaración de fe. Y es personal: “Yo creo” credo. Es más que la fe de la Iglesia: es la fe del creyente. Una congregación puede recitar o cantar su credo, pero no puede decir: “Creemos”, sino “yo creo.” El credo es la puerta de la casa de la fe y es intensamente personal. El individuo afirma cada artículo del credo, desde Dios como el Padre Todopoderoso y el Creador, hasta el perdón de los pecados y la resurrección del cuerpo, como su fe personal. Este es el punto que separa al Cristianismo Occidental, de la Iglesia de Oriente. La primera persona plural, “nosotros”, es la costumbre griega1. Las iglesias occidentales han seguido la fórmula latina “creo.” Es significativo que el Cristianismo de la Tradición Latina y las iglesias de occidente hayan visto una larga serie de reformas hasta el día de hoy, muchas convocando a los fieles, otras hechas por los fieles para volver a la fe, porque la fe del creyente en lugar de la fe de la iglesia ha sido la prioridad confesional. El Credo de los Apóstoles, por supuesto, no es un credo escrito por los apóstoles, sino una confesión temprana ante-nicena de la fe que resume la predicación apostólica. Leith ha observado que “El Credo (de los apóstoles) reclama legítimamente su título sobre la base del hecho de que todos sus artículos deben encontrarse en las fórmulas teológicas que estaban presentes alrededor de 100 d.C.”2 Schaff escribio:
Todos los hechos y doctrinas que contiene, están en completo acuerdo con el Nuevo Testamento… Por tanto, la oposición racionalista al Credo de los Apóstoles y su uso en las iglesias es un ataque indirecto al Nuevo Testamento.3
Es interesante contrastar diversos textos del Credo de los Apóstoles. La forma romana antigua dada por Rufino en Latín, 390 D. de C., y por Marcelo en griego, 336-341:
Creo en DIOS EL PADRE todopoderoso.
Y en JESUCRISTO, Su único Hijo, nuestro Señor;
Quién nació por el Espíritu Santo de la Virgen María;
Fue crucificado bajo Poncio Pilato y fue sepultado;
El tercer día resucitó de entre los muertos;
Subió a los cielos, y está sentado a la diestra del Padre;
Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Y en el ESPÍRITU SANTO;
La Santa Iglesia;
El perdón de los pecados; La resurrección del cuerpo (la carne).4
La forma Recibida o Textus Receptus, se adoptó por el 700 d.C. Se lee, con las adiciones en paréntesis a la forma antigua romana añadidas por Schaff:
Creo en DIOS EL PADRE Todopoderoso.
(Creador del cielo y de la tierra).
Creo en JESUCRISTO, su único Hijo, nuestro Señor;
¿Quién fue (concebido) por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María;
(Sufrió) bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado (muerto) y sepultado
(Él descendió al Infierno [Hades]);
El tercer día resucitó de entre los muertos;
Subió a los cielos, y está sentado a la diestra de (Dios) el Padre (Todopoderoso); Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
(Creo) en el ESPÍRITU SANTO;
La Santa Iglesia (Católica)
(La comunión de los santos);
El perdón de los pecados;
La resurrección del cuerpo (la carne); (Y la vida eterna)5
Una forma en Inglés arcaico del credo, que data de mucho antes de la conquista normanda y en uso oficial de la iglesia, es de gran interés, ya que la traducción refleja una clara comprensión de algunos artículos, como la comunión de los santos.
Creo en Dios Padre Todopoderoso, hacedor de los cielos y la tierra.
Creo en el Señor Cristo, su Único Hijo Unigénito nuestro Señor,
que fue concebido del Espíritu Santo y nacido de María la virgen,
Sufrió bajo Poncio Pilatos, en la cruz colgado, fue muerto y sepultado y decendió hasta el infierno. Y él se levantó de la muerte en el tercer día.
Y él subió a los cielos y está sentado ahora a la diestra de Dios el Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los Vivos y Muertos. Y creo en el Espíritu Santo. Y en la congregación santa.
Y en la sociedad de los santos.
Y en el perdón de los pecados.
Y en el levantamiento de la carne. Y en la vida eterna.6
El credo de los Apóstoles es diferente de todas las demás creencias de otras religiones, ya sea humanista, budista, musulmana, hindú o de cualquier otra. La fe de todas las otras religiones se encuentra en un cuerpo de ideas o reclamos relativos a la realidad. Puede que sea la creencia en la ultimidad del hombre o la ultimidad de la nada, en el oficio de un hombre (Mahoma como profeta) o un dualismo o monismo final pero en todo caso exige la creencia en ciertas ideas o reclamaciones. El Credo de los Apóstoles es radicalmente diferente: se ofrece como una sinopsis de la historia, creada por Dios Padre Todopoderoso, que requiere la salvación por medio de Jesucristo, su Hijo unigénito, quien entró, vivió, murió y resucitó en la historia y ahora es el Señor y Juez de la historia. Su santa congregación es operativa en la historia y que culmina con la resurrección general y la vida eterna. Por lo tanto, todo el credo es una declaración relativa a la historia.
Nada entonces, puede ser más ajeno a la religión y la fe bíblica, que la separación dialéctica de la fe y de la historia. Contrastar el Jesús de la fe y el Jesús de la historia es hablar el lenguaje del paganismo, no del cristianismo. Afirmar la inspiración de la Biblia, pero negar su infalibilidad histórica es renunciar a la Biblia cambiándola por el dialecticismo. El cristianismo bíblico es una declaración acerca de lo que Dios ha hecho en la historia, pero también deja claro que Él es el Creador, el Dios trascendente, ontológico y trino, que no puede reducirse a la historia: Él es su “creador”.
Implícita en esta declaración de que Dios Padre Todopoderoso es creador del cielo y de la tierra es la afirmación de que Dios es el dador de la ley, determinante y sustentador del cielo y de la tierra y de toda la historia. Él es su creador y por lo tanto le está totalmente sujeta, a él. Una afirmación de la doctrina de la creación es también una afirmación de las doctrinas de la soberanía y del decreto eterno, de la predestinación.
No sólo una teología, sino una escatología o la doctrina de las últimas cosas, que renuncia a la historia, o la ve como una derrota, es infiel al Cristianismo. Dios es creador del cielo y de la tierra, no Satanás. La historia culmina en el plan y el triunfo de Dios, no en la victoria de Satanás. En la medida en que cualquier escatología implica el triunfo del mal en la historia, en esa medida se rinde y se retira de la historia. En la actualidad, uno de los mayores pecados que afligen el cristianismo evangélico es la escatología que niega el evangelio y niega la historia.
De tal manera que el Credo Apostólico tiene enormes implicaciones sobre la historia debido a su declaración de que Dios es el creador de todas las cosas. Esta declaración hace inmediatamente a Dios la fuente de toda ética, de toda moral y de toda ley. En todos los sistemas no cristianos, la fuente de la ética y de la ley es el Estado; la polis, el imperio o reino. No hay entendimiento en el abismo entre Aristóteles y Platón, por ejemplo, y el cristianismo, aparte de este hecho, y el abismo no puede ser legítimamente salvado. O Dios es la verdadera fuente de la moral y el derecho, o lo es el Estado. Si Dios es la verdadera fuente, entonces la palabra de Dios debe ser escuchada con atención por la Iglesia, el Estado, la escuela y por todos los ámbitos de la vida como una fuente autorizada de la moral y del derecho. En tanto que las instituciones y órdenes declaren la ley, deben hacerlo ministerialmente, como administradores bajo Dios. La palabra de Dios, por tanto, se dirige a todos los ámbitos, incluyendo la Iglesia y el Estado, y la palabra de Dios está sobre la iglesia a la cual corrige y disciplina.
Es significativo y era inevitable que en la medida que la iglesia primitiva formulaba los credos, los concilios que anunciaban los credos también anunciaron cánones del derecho canónico que regían la iglesia y los creyentes, y declaraban la ley de Dios para el Estado. Era imposible que credalismo se desarrollara sin un desarrollo paralelo de la ley canónica. Como los credos formulaban progresivamente la realidad del poder soberano de Dios y el papel de Cristo como sacerdote, profeta y rey sobre el hombre y la historia, los concilios al mismo tiempo traían vida bajo los cánones de la fe, bajo la ley bíblica y la moralidad. La vitalidad y la relevancia del derecho canónico ha disminuido en tanto que el credalismo bíblico ha disminuido y en tanto que la ley estatal y la ética han gobernado progresivamente la iglesia.
Tertuliano ridiculizó la fuente política de la ley en Roma. La cual en efecto y en última instancia hizo dioses a los hombres, en aquello, el Senado no sólo creó leyes, sino que también creó dioses: Hablando acerca del origen de las leyes de la clase a la que nos referimos ahora, había un viejo decreto, que ningún dios debía ser consagrado por el emperador hasta no ser primero aprobado por el Senado. Marco Emilio tenía experiencia de esto en referencia a sus dios Alburnus. Y esto, también, demuestra nuestro caso, que la divinidad es asignada según el juicio de los seres humanos. A menos que los dioses satisfagan a los hombres, no habrá ninguna deificación para ellos: El dios tendrá que propiciar el hombre.7
La verdadera ley, se sostuvo, vino del único Dios trino y sus afirmaciones son universales. Todos los hombres conocen la ley, porque en la creación fue inscrita en las tablas del corazón del hombre y por lo tanto todos los hombres son sujetos de derecho y se rebelan en términos de la misma ley. Ireneo declaró que los Diez Mandamientos se limitaban a reiterar lo que la creación había implantado originalmente:
Ellos (los Judios), por lo tanto, tenían una ley, una corriente de disciplina y una profecía de las cosas futuras. Pues Dios primero, de hecho, advirtiéndoles a través de preceptos naturales que desde el principio había implantado en la humanidad, es decir, por medio del Decálogo (que, si alguien no cumple, no tiene salvación), entonces no exigió nada más de ellos.8
El cristianismo no sólo formuló una ley canónica, sino que, en cuanto a la fe cristiana, se reformuló la ley civil. Como resultado de ello, como Percival ha señalado, el derecho canónico y el derecho civil como Occidente lo sabe, tuvierton su origen aproximadamente en el mismo período.9
Debido a que Dios es el creador, Él es también el Redentor. Las observaciones de Schaff aquí son especialmente pertinentes:
En cuanto a la creación: Ireneo y Tertuliano más firmemente rechazaron las opiniones Hylozoista (que la materia es animada y conciente, N. del T.) y demiúrgica del paganismo y del gnosticismo. Y enseñaron, según el libro del Génesis, que Dios hizo el mundo, incluyendo la materia. Por supuesto, Dios no la creó, de cualquier material, sino de la nada, o para expresarlo positivamente, de Su libre y todopoderosa voluntad, por Su palabra. Esta voluntad de Dios, una voluntad de amor, es la suprema, absolutamente incondicionada y acondicionante causa de todo y la razón última de toda la existencia, lo que impide toda idea de fuerza física o de la emanación. Puesto que toda criatura, procede del buen y santo Dios, es en sí misma, en cuanto a su esencia, buena. El mal, por lo tanto, no es una entidad original y sustancial, sino una corrupción de la naturaleza y por lo tanto puede ser destruido por el poder de la redención. Sin una correcta doctrina de la creación no puede haber una verdadera doctrina de la redención, como lo muestran todos los sistemas gnósticos.10
La última oración es particularmente relevante. Todos los primeros credos de la iglesia comienzan declarando que Dios es el creador: este es el punto de partida de todo lo que sigue.
El credo comienza diciendo: “Creo”, pero, como hemos visto, no es una afirmación de ciertas ideas y conceptos, sino un asentimiento a la historia como Dios la creó, la redime y la gobierna. El Credalismo Extrabíblico está activo: se trata de la decisión de la persona en relación con un conjunto de ideas y conceptos. El Credalismo bíblico es un asentimiento a la creación de Dios, la redención, y el gobierno, El credalismo bíblico es pasivo, ya que afirma el hecho de la redención por el Dios trino de la que el hombre no es más que el destinatario de la gracia. Pero esta pasividad es el fundamento de la verdadera actividad: uno debajo de Dios se mueve ahora en términos de la ley verdadera, en términos del canon de la Escritura, para ejercer dominio sobre la tierra en el nombre del Dios trino. El Credalismo cristiano es, pues, fundamental para el activismo Occidental, para el constitucionalismo y para la esperanza sobre la historia.
1. John J. Moment, We Believe (New York, NY: Macmillan, 1942), 91.
2. John H. Leith, Creeds of the Church (Chicago, IL: Aldine, 1963), 22.
3. Philip Schaff, The Creeds of Christendom, vol. 1 (New York, NY: Harper, [1887] 1919), 20. See also Schaff,
History of the Christian Church, vol. 2 rev. ed. (New York, NY: Scribner’s, 1884, rev. ed.), 528-37.
4. Schaff, Creeds, vol. 1, 21-22.
5. Ibid.
6. Thomson, ed., Select Monuments of the Doctrine and Worship of the Catholic Church in England Before the Norman
Conquest (n.p., John Russell Smith, 1875), 85-86.
7. Tertullian, “Apology,” 5, in Ante-Nicene Fathers, vol. 11, Writings of Tertullian, vol. 1 (Edinburgh, Scotland: T.
& T. Clark, 1872), 63.
8. Irenaeus, Against Heresies, in Ante-Nicene Fathers, vol. 5, Irenaeus, vol. 1, bk. 4, chap. 15, sec. 1, 419.
9. Henry R. Percival, “An Excursus on the History of the Roman Law and Its Relation to the Canon Law,” in
Percival, The Seven Ecumenical Councils, Their Canons and Decrees, in Nicene and Post-Nicene Fathers, 2nd series,
vol. 14, chap. 29.
10. Schaff, History of the Christian Church, vol. 2, 540.
Capitulo 1 del libro “Foundations of Social Order: Studies in the Creeds and Councils of the Early Church” por R. J. Rushdoony. Traducido por William García para Contra Mundum.