Historia

Nicea: La Historia versus la Imaginación

13 March 2022
Nicea: La Historia versus la Imaginación

Icono que representa a Constantino I, acompañado por los obispos del Primer Concilio de Nicea (325), sosteniendo el Credo Niceno-Constantinopolitano de 381

Contrario al cristianismo bíblico, todas las demás religiones tratan de imponer una idea sobre la historia y de hacer que esa idea sea hecha realidad. El humanismo sostiene una fe en el hombre, en la  fraternidad y en la igualdad. El mundo real y la historia no dan ninguna evidencia de cualquier cosa  digna de confianza en el hombre, ni ninguna prueba de la fraternidad y la igualdad. El propósito del  humanismo es lograr estos objetivos y convertir a la historia según esos objetivos. La esencia del Islam  es un orden político y el propósito de los musulmanes es propiamente el logro de este “gobierno de  Dios” en y a través de un orden político. El papel de Mahoma era religioso precisamente porque era  político hasta la médula. Además las religiones no cristianas son fundamentalmente políticas y se  derivan del concepto de un orden político divino, un orden que es en sí mismo la fuente de la moralidad y de la religión. El budismo se sostiene de principio a fin en el relativismo, ya que nada es fundamental y todas las cosas son relativas, el “camino” es igualmente el desprecio de la vida y del control político  de la vida sin tener en cuenta el bien y el mal, es decir, el desprecio de la vida política, dando como  resultado, una marcada hostilidad hacia la historia. En tanto que la historia viene de la mano de Dios,  tiene un sentido y una dirección predeterminada y se mueve hacia un propósito que no ha sido ni  decretado por el hombre, ni propicio para el pecado del hombre. Como resultado, el hombre se rebela  contra la historia. El hombre se enfrenta en contra de la historia con la imaginación de su corazón  caído. 

Un buen ejemplo de esta guerra contra la historia es el gnosticismo. El gnosticismo trató de destruir a  su enemigo, el cristianismo bíblico, desde dentro. Se ofreció un lugar para Cristo en sus sistemas, pero sólo para negar a Cristo. Por lo tanto, Scott señaló: “Los gnósticos enseñaban tres dioses: El Absoluto,  que se ha revelado por medio de Cristo, el Demiurgo, el creador del mundo; y el mundo mismo”11 La   importancia de esta “trinidad” es evidente: el Absoluto y el Demiurgo son opuestos que se anulan entre  sí, para que el mundo o más correctamente, el hombre, se levante como el único dios verdadero.  Ninguna divinidad exclusiva se permitía para Jesús, en lugar de esto, su deidad se hizo una divinidad  común idealmente a todos los hombres. Por lo tanto, Marcus, un gnóstico, y “un contemporáneo un  poco mayor que San Ireneo,” parodió el credo cristiano en su círculo de seguidores. El Credo Marcosiano es citado por Ireneo: 

En el bautismo se dice sobre ellos: 
En el nombre del desconocido Padre del universo; 
En Verdad, la Madre de todos; 
En Aquel que descendió sobre Jesús; 
En la unión; 
Y redención; 
Y comunión en los poderes.12 

Credo Marcosiano

El propósito de este credo era simplemente abrir la divinidad al hombre, “afirmaba” el Padre, pero sólo  como el “desconocido” y el Espíritu Santo, pero sólo como la fuente de la divinidad para todos y Jesús, pero sólo como uno de los muchos hombres que se ganan la divinidad. Para los marcosianos, la  salvación era el conocimiento: “Porque ellos afirman que el hombre interior y espiritual es redimido  por medio del conocimiento y que ellos después de haber adquirido el conocimiento de todas las cosas, se destacan a partir de entonces por no tener necesidad de nada más. Este es, pues, el verdadero  conocimiento13 Este conocimiento no era el conocimiento de la revelación de Dios en las Escrituras.  Era esencialmente auto-conocimiento. El conocimiento Marcosiano llevó a los creyentes a decir: 

“Porque yo derivo de Aquel que es preexistente y vengo otra vez a mi propio lugar de donde salí.”14

De  tal manera que el verdadero conocimiento y la salvación del hombre es asentir a su imaginación y  declararse a sí mismo divino. 

Normalmente, sin embargo, el gnosticismo no se conforma con la formulación de credos. Los credos  obviamente revelaron su separación así como la hostilidad hacia la fe cristiana. Era mucho más eficaz  afirmar el Credo de los Apóstoles y reinterpretarlo en términos del gnosticismo. Esto, desde el  gnosticismo a través de la neo-ortodoxia, ha sido un método favorito de herejía. El gnosticismo era en  esencia el humanismo, la glorificación del hombre. En el humanismo, el hombre se hace  definitivamente fundamental al socavar la fundamentalidad de Dios. Entre más imprecisas se hicieron  las doctrinas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, más claramente surgió el hombre como el  soberano y el orden del hombre como el orden fundamental. 

En el arrianismo y el semi-arrianismo, este humanismo habló en la iglesia usando el lenguaje del Credo de los Apóstoles, pero reinterpretando las palabras para darles un nuevo contexto. El propósito  subversivo del arrianismo ha sido citado por Singer: 

El arrianismo no era tanto el producto de un intento imprudente y equivocado de utilizar la  filosofía clásica para explicar las doctrinas bíblicas, ya que era un esfuerzo deliberado para interpretar el cristianismo en términos filosóficos y convertirlo en una especie de filosofía religiosa. Los orígenes últimos de esta herejía se encuentran principalmente en el platonismo y la  filosofía de Filón, pero algunos estudiosos profesan ver también algunas cepas de esta en   Aristóteles.15 

C. Gregg Singer. “Arianism”.

Los tres puntos principales del arrianismo fueron, en primer lugar, Cristo fue un ser creado, en segundo lugar, Él no fue eternamente existente y en tercer lugar, Cristo no era de la misma esencia con el Padre. La fe ortodoxa insiste en que Cristo fue primero, engendrado, no creado; en segundo lugar, engendrado  antes de todos los mundos y en tercer lugar, Cristo es de la misma esencia con el Padre, Arrio, presbítero de Alejandría, manifestó su posición en su Talia: 

Dios mismo entonces, en su propia naturaleza, es inefable por todos los hombres. Igual o como Él mismo no hay ninguno, ni uno que sea semejante en gloria. Y nosotros lo llamamos no- generado, por Aquel que es generado por naturaleza. Le alabamos como a quien es sin comienzo por aquel que tiene un principio. Y le adoramos como eterno, por aquel que con el tiempo ha llegado a ser. El no comenzado hizo al Hijo, el comienzo de las cosas que se originaron. Y   procedió a hacerlo Su propio Hijo por adopción. Él no tiene nada propio de Dios en la subsistencia propia. Porque Él no es igual, ni uno en esencia con Él. Dios es Sabio, porque Él es el maestro de la Sabiduría. Hay plena prueba de que Dios es invisible a todos los seres, tanto a las cosas que son por medio del Hijo y al Hijo, Él es invisible. Lo diré expresamente, cómo por el  Hijo se ve lo invisible, por ese poder por el cual Dios ve y en Su propia medida, el Hijo soporta  poder ver al Padre, de manera legal. Así, hay una tríada, no en la igualdad de glorias. No entremezclándose entre sí con sus subsistencias. Uno más glorioso que el otro en sus glorias hasta la inmensidad. Distinto del Hijo en esencia es el Padre, porque Él no tiene principio. Entiendase que la mónada era, pero la Diada no era, antes que fuese en la existencia. De ello se desprende inmediatamente que, aunque el Hijo no era, el Padre era Dios. Por lo tanto el Hijo, sin serlo (porque era primero en la voluntad del Padre), es Dios Unigénito y es ajeno a Dios. La sabiduría existió como sabiduría por la voluntad del Dios Sabio. De ahí que a El se le concibe en innumerables concepciones: Espíritu, Poder, la Sabiduría, la gloria de Dios, la Verdad y la Luz. 

Uno igual al Hijo, el Superior es capaz de engendrar, pero Él no es capaz de ser uno más excelente o superior o más grande. Por la voluntad de Dios el Hijo es lo que es y todo lo que Él es. Y cuando y desde que Él fue, desde entonces Él ha subsistido de Dios. Él, siendo un Dios fuerte, alaba en su grado al Superior. Para decirlo en pocas palabras, Dios es inefable para Su Hijo. Porque Él es para sí mismo lo que es, es decir, inefable. Así que el Hijo nada sabe hablar de  lo que se llama asimilable, porque es imposible que investigue al Padre, quien es por sí mismo. Porque el Hijo no conoce su propia esencia, pues, siendo Hijo, él realmente existió, por la voluntad del Padre. ¿Qué argumento permite entonces que el que procede del Padre debe conocer  a su propio progenitor de manera integral? Porque es claro que no le es posible concebir o tener una idea de cómo es el no comenzado, para el que tuvo un comienzo.16 

Arrio, presbítero de Alejandría. “Talia”

Al analizar El Talia de Arrio, en primer lugar, esta afirmación en efecto no sólo elimina a Cristo, sino a Dios también. Dios es incognoscible incluso a Cristo, quien es la mayor de todas las criaturas. Un dios  que es tan incognoscible y que no pueden revelarse a sí mismo es, pues, un dios irrelevante debido a su incoherencia radical. A pesar de toda la glorificación efusiva de Dios por Arrio, en efecto, tanto aquí  como en su carta al obispo Alejandro, Arrio está eliminando a Dios, excepto como un concepto  limitado. Vivo o muerto, el dios de Arrio es irrelevante. 

En segundo lugar, Cristo es eliminado por Arrio. A pesar de que lo llamó la más grande de las criaturas, Él sigue siendo una criatura. El Jesús de Arrio no puede conocer a Dios y por lo tanto no Lo puede  revelar. Y aunque Jesús o el Hijo de Arrio no pueden ser superadοs, es decir, su dios no puede crear uno superior, todavía puede crear unο equivalente al Hijo. La puerta está así de par en par abierta a otros  hijos de Dios para clasificarse igualmente a la altura de Dios. Y por su puntualidad en la historia,  situarse en un rango más alto que Jesús con los hombres. Por lo tanto, no sólo Dios el Padre es  eliminado, sino también Dios el Hijo. Y debido a que no puede haber, por definición, otro igual a Dios,  Dios el Espíritu Santo es eliminado. Y este dios incognoscible y no revelado siendo irrelevante, el  hombre se coloca esencialmente solo como su propio dios. 

En tercer lugar, la Biblia también se elimina. Un dios incoherente no puede revelarse. Una revelación ya sea en Cristo o en la Biblia se descarta. ¿Cómo puede un Dios ser declarado cuando, por definición,  está más allá de auto-declaración, ya sea en su hijo o en su palabra? El dios de Arrio, como el hombre,  no tiene plena conciencia de sí mismo, su propio ser está lleno de facticidad bruta y lleno de caos, en  efecto, “porque Él es para Sí mismo lo que Él es, es decir, inefable.” 

En cuarto lugar, la respuesta bíblica al problema de la unidad y la pluralidad es negada. En el Dios  trino, un solo Dios en tres Personas, hay una ultimidad igual de la unidad y la pluralidad. Unidad y  particularidad son igualmente importantes. Arrio reiteró el énfasis pagano en la unidad y que la unidad  era el imperio. En todas partes, el estatismo pagano encontró que el arrianismo es una doctrina ideal y  durante algunos siglos el arrianismo floreció en Europa como la fe establecida. En nombre del  cristianismo, el arrianismo estableció el anti-cristianismo. Al profesar el “cristianismo” Arriano, los  gobernantes podían prohibir u oponerse a la ortodoxia Cristiana como subversiva. 

En quinto lugar, como ya es evidente, el arrianismo era humanismo y estatismo. Era una fe popular entre los gobernantes, ya que hizo posible la continuación de la exaltación pagana del Estado como el  orden divino-humano y de la política como el camino de la salvación. El emperador Constantino el  Grande, con su preocupación esencialmente romana de la religión, se volvió pronto al apoyo del arrianismo. Una de sus victorias, un follis (moneda N. del T.) de bronce hacia el año 307-308, tiene en  el anverso, la cabeza de Constantino y en el reverso, el sol-dios.17 Para el imperio, la puerta estaba  abierta a Jesús como la gran criatura de Dios, pero también abierta a muchas otras criaturas divinas; todo al servicio de la unificación del Imperio Romano como el orden divino-humano. Los obispos  arrianos fueron así ineludiblemente estatistas en su orientación y la fe. Para ellos, el imperio era el orden verdadero de Dios y emperador la manifestación real de Dios y del poder en la tierra.

En el Concilio de Nicea, en el año 325 d. C., la batalla se libró sobre las palabras clave, homoousion  (siendo de la misma esencia, es decir, con el Padre) y homoiousion (de igual esencia), el compromiso  semi-arriano diseñado para dar una apariencia de ortodoxia, mientras que esencialmente destruye la  ortodoxia. Gibbon trató la diferencia entre las posiciones con desprecio. Su odio de la ortodoxia está claramente inocultable. En una nota muy conocida, Gibbon observa: “Yo no puedo dejar de recordarle al lector que la diferencia entre el Homoousion y Homoiousion es casi invisible para el ojo teológico más fino.”18 No se puede dejar pasar esto como simple ignorancia: Gibbon sabía lo que estaba en juego, y su lealtad era con el estatismo como la esperanza del hombre. 

El triunfo de la ortodoxia en Nicea tuvo una enorme importancia. Schaff observó:

El concilio de Nicea es el evento más importante del siglo cuarto y su victoria intelectual sin sangre sobre un peligroso error es de mucha mayor trascendencia para el progreso de la civilización verdadera, que todos los triunfos sangrientos de Constantino y de sus sucesores.19 

Schaff, History of the Christian Church

Los comentarios de Leith también son importantes: 

Teológicamente, la afirmación de que el Hijo es solamente como Dios, socava la convicción de la  comunidad cristiana sobre el carácter definitivo de Jesucristo. La afirmación de que él era como Dios presupone algún criterio para determinar si él era Dios y el grado en que él era como Dios. Esto, además, dejó abierta la posibilidad de que podría aparecer otra persona que fuera más como Dios. El Cristianismo sería sólo una de las muchas religiones posibles. Si Dios mismo se encarnó  en Jesucristo, entonces esta es la palabra final. No hay nada más que decir. 

 La importancia cultural de la teología de Nicea se revela en la disposición de los políticos imperialistas para ser arrianos. El imperialismo como estrategia política era más compatible con la idea de que Jesucristo es algo menos que la Palabra plena y absoluta de Dios.20 

John H. Leith, Creeds of the Church

El Credo de Nicea, en su forma original, según Eusebio de Cesarea, dice lo siguiente: 

Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas visibles e invisibles, y  en un solo Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, engendrado, no hecho, siendo de la misma naturaleza del Padre, por quien todas las cosas fueron creadas en los cielos y en la tierra, que por nosotros los hombres y por   nuestra salvación bajó del cielo, se encarnó, se hizo hombre, padeció, resucitó al tercer día, subió  a los cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo. Los que dicen, hubo un tiempo en que Él no era y que Él no era antes de ser engendrado y que Él fue hecho de la nada (creado), o que dicen que Él es de otra hipóstasis o de otra sustancia (que el   Padre), o que el Hijo de Dios es creado, que Él es mutable, o sujeto a cambios, la Iglesia Católica los anatematiza.21 

Como se trataba de un concilio ecuménico, fue usada la lectura del griego, “creemos”, pero la versión occidental fue cambiada a “Yo creo”. Concilios posteriores y su uso dio lugar a una formulación más clara en los puntos del credo y para la lectura estándar del credo en el uso occidental:

Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra y de todo lo visible e invisible. Y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo unigénito de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, consustancial con el Padre; por quien fueron hechas todas las cosas, que por nosotros los   hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y fue encarnado por el Espíritu Santo de la   Virgen María y se hizo hombre, y fue crucificado también por nosotros bajo Poncio Pilato,  padeció y fue sepultado, y al tercer día resucitó según las Escrituras, y subió al cielo, y está   sentado a la diestra del Padre y vendrá otra vez con gloria, a juzgar a los vivos y a los muertos y su reino no tendrá fin. Y creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el  Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas: Y creo en una católica  Iglesia Apostólica. Reconozco un solo bautismo para el perdón de pecados, y espero la   resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amen.

Como es evidente, el Credo Niceno es una expansión del Credo de los Apóstoles y una defensa del Credo de los Apóstoles por el mal uso de la reinterpretación. En su forma actual, se incorpora el trabajo de los Consejos posteriores, incluyendo el de Calcedonia. 

La adición posterior más importante es la cláusula del Filioque, es decir, la procesión del Espíritu Santo del Hijo. Los elementos persistentes de subordinacionismo fueron eliminados de este modo en Occidente; la cláusula fue rechazada en el Este. Por medio de esta cláusula, se declaró la plena igualdad del Padre y del Hijo. La Trinidad es un solo Dios en tres personas, sin subordinación de sustancia o ser de una persona a la otra, sino sólo en términos de economía u operación. 

Arrio, después de Nicea, recuperó el poder a través de la influencia política. En su retirada, Alejandro,  primado de Alejandría, con lágrimas se postró en el sagrario y pidió en oración, “Si Arrio viene mañana a la iglesia, llévame lejos, y no me dejes perecer con el culpable. Pero si tienes compasión por la Iglesia  como Tu la compadeces, expulsa lejos a Arrio, para que no entre acá y con él entre la herejía”. A la  mañana siguiente, en su procesión triunfal a la iglesia para ser consagrado formal y públicamente con  la autoridad imperial, Arrio se detuvo de repente y salió de la procesión a causa de un dolor gástrico.  Después de esperar un tiempo, sus seguidores investigaron y encontraron que el viejo Arrio había  colapsado en su sangre y cayó de cabeza en la letrina abierta. El partido ortodoxo recordó triunfalmente las palabras sobre la muerte de Judas, quien, “cayendo de cabeza, se reventó por medio” y murió  (Hechos 1:18). La manera como murió Arrio fue utilizada por los ortodoxos para desconcertar a los  herejes y alentar a los santos y fue declarada una obra de Dios. Los herejes prefierieron olvidarlo y los  herejes modernos han eliminado este, al igual que otros eventos similares de los libros de historia,  calificándolos como “irrelevantes”. Era, sin embargo, una conclusión providencial para la gran batalla  intelectual y espiritual de Nicea.

11. Hugh M. Scott, Origin and Development of Nicene Theology (Chicago, IL: Chicago Theological Seminary Press, 1896), 95n.
12. F. J. Badcock, The History of the Creeds, 2nd ed. (London, England: SPCK, 1938), 28ff. Irenaeus cites this creed in Against Heresies, bk. 1, chap., 3; on the Marcosians, see bk. 1, chaps. 13-22i, in Ante-Nicene Christian Library, vol. 5, The Writings of Ireanaeus, vol. 1, 51-86.
13. Irenaeus, Against Heresies, bk. 1, chap. 21, sec. 4; in Irenaeus, vol. 1, 83.
14. Ibid., bk. 1, chap. 21, sec. 5; in vol. 1, 84.
15. C. Gregg Singer, “Arianism,” in Edwin H. Palmer, General Editor, The Encyclopedia of Christianity, vol. 1 (Wilmington, DE: The National Foundation for Christian Education, 1964), 392.
16. Athanasius, “De Synodis,” in pt. 2, in Philip Schaff and Henry Wace, Nicene and Post-Nicene Fathers, series 2, vol. 4 (William B. Eerdmans ed.), 457-58.
17. Fred Reinfeld and Burton Hobson, Ancient Coins (New York, NY: Sterling, 1964), 47, plate 104.
18. Edward Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire, vol. 1 (New York, NY: Modern Library, n.d.), 719n.
19. Schaff, History of the Christian Church, vol. 3, 631.
20. John H. Leith, Creeds of the Church (Chicago, IL: Aldine Publishing Co., 1963), 29.
21. Charles Joseph Hefele, A History of the Christian Councils, from the Original Documents, to the Close of the Council of Nicaea, A.D. 325 2nd ed. rev. (Edinburgh, Scotland: T. & T. Clark, 1872), 294-95. See Athanasius, “De Synodis,” 75. “Council of Nicaea,” and Theodoret, “The Ecclesiastical History,” bk. 1, chap. 2, in Nicene and Post Nicene Fathers, series 2, vol. 3, 50.

Capitulo 2 del libro “Foundations of Social Order: Studies in the Creeds and Councils of the Early Church” por R. J. Rushdoony. Traducido por William García para Contra Mundum.